Por lo general, estamos educados, acostumbrados a guardar nuestras emociones, a dejarlas en nuestro interior y vivir con ellas en soledad. Pero, ¡Todo lo contrario! Hay que sacarlas, expresarlas, ya que si las vamos acumulando terminaremos siendo como una olla a presión, colapsando, creando una explosión. ¿Cómo? Trabajando en la gestión de emociones.

Las emociones no se controlan, se gestionan. Cuando intentamos controlar algo, habitualmente lo que intentamos conseguir es que se convierta en algo diferente. Sin embargo, si lo que queremos es modificar lo que sentimos, primero es necesario aceptarlo. Cuando aceptamos que las emociones están ahí, ellas mismas se relajan. Si por el contrario me resigno e intento controlarla, provocamos que la activación sea mayor.

¿Por qué es importante trabajar en la gestión de emociones?

Si bien es cierto que no estamos en la obligación de saber gestionarlas si no hemos aprendido con anterioridad a hacerlo, de ahí la importancia de empezar a manejar lo que nos ocurre. ¿Por qué es tan relevante? Porque el ser humano tiene tendencia a retroalimentar lo que pasa por nuestras cabezas, le damos vueltas y más vueltas, una y otra vez, a la misma idea, y con ello lo único que conseguimos es magnificar lo que nos sucede.

Hay personas que, ante la presencia de problemas, tienden a posicionarse, a plantearse el futuro preguntándose, por ejemplo: “¿qué va a pasar con todo esto?” , “¿qué va a ser de mí cuando esta situación termine?”. Pero, ¿qué consecuencias tiene vivir en el futuro? Nuestra mente es infinita, y con ella podemos crear multitud de situaciones catastróficas. Si nos centramos en pensar en el mañana, en la incertidumbre del futuro, lo que comenzó siendo un grano de arena acabaremos convirtiéndolo en un castillo enorme, que se repetirá una y otra vez en tu cabeza, atormentándote, no dejándote “vivir”.

Es así como llegamos a lo que llamamos el Catastrofismo o pensamiento catastrófico. Se trata de un sesgo cognitivo que nos conduce a crear en nuestra mente los peores escenarios posibles, lo que deriva en alimentar una serie de creencias irracionales que terminan afectando a nuestras actitudes, comportamientos y decisiones. En otras palabras, lo que yo estoy pensando, para mí es real, y no porque esté ocurriendo, sino porque está dentro de mí, dentro de mi mente. Y voy a sufrir por algo que yo misma estoy creando. ¿Qué es lo bueno de esto? Que está dentro de mi control, que, al estar en mi mente, lo puedo trabajar.

Obviamente hay muchas circunstancias que nos ocurren a lo largo de nuestra vida que escapan de nuestro control, por ejemplo, sin irnos muy lejos, la situación actual con el coronavirus. Este “bicho” no depende de nosotrxs. ¿Qué depende de nosotrxs en este caso? Pues aquello que podemos hacer, como tomar las medidas de prevención establecidas. Ante esta situación pueden surgir emociones como el miedo, y por tanto nuestro cerebro buscará soluciones ante la amenaza. Sin embargo, este escenario no depende de nosotrxs, porque, como ya hemos comentado, escapa de nuestro control. ¿Tiene solución? Sí, la tendrá, pero será a largo plazo, como ocurrió cuando el inicio de la gripe, y mientras tanto debemos esperar.

¿Qué podemos hacer entonces? Aceptar el momento que nos toca vivir. Una vez lo aceptemos, haremos con los recursos que tengamos, lo que podamos hacer. Podemos pensar en lo que pasará cuando todo esto termine, pero será más conveniente hacerlo en positivo y no en negativo.  Es decir, esto que estamos viviendo es un “trauma” para cada uno de nosotrxs, ya que rompe con nuestra realidad. Es algo que se quedará grabado en nuestras memorias, que producirá un cambio en nosotrxs. Y de nosotrxs depende que ese cambio o esa actitud que se produce sea positivo (que no Mr. Wonderfulismo) o negativo (derrotista).

Por ejemplo: Esta mañana me he levantado y estoy de mal humor, como decimos coloquialmente, me he levantado con el pie izquierdo. ¿Qué opciones tengo? Actuar de forma positiva, como por ejemplo comunicárselo a la persona con la que vivo. De esta manera seguramente seamos respetadxs y no entraremos en posibles discusiones. La otra opción es actuar de manera negativa, no comunicándolo, por lo que nuestras conductas se basaran en ignorar a los que estén en casa, dar malas contestaciones, poner malas caras, etc.

En el caso de los pensamientos, ¿qué podemos hacer? Por ejemplo, ante la idea de poder contagiarme de covid, hemos de racionalizar, y cómo dijimos con anterioridad ver qué está bajo mi control (seguir las medidas de seguridad, por ejemplo). Imagina por otro lado que te has contagiado hace dos semanas, y desde entonces, no paras de pensar en eso mismo. Plantéate: ¿Puedes hacer algo al respecto? Lamentablemente no, ya eso no tiene solución, no puedes hacer nada. Con esto quiero decir que tenemos que procurar centrarnos en el presente, no en el pasado ni tampoco en el futuro.

¿Qué es lo primero que deberíamos hacer para trabajar con nosotrxs mismxs en la gestión de emociones?

Conocernos. Es importante que hagamos introspección, observarnos y ver qué emociones, pensamientos, van surgiendo, apuntarlos para luego racionalizarlos.

Todas las emociones tienen su parte buena y su parte mala, todas tienen una finalidad, un objetivo y hay que ver si son útiles o no para el momento que vivimos. ¡Pero Ojo! Con ello no estoy diciendo que haya emociones buenas o malas.

Os pongo dos ejemplos en los que creo podéis entender a qué me refiero con la utilidad de la emoción.

Ejemplo 1: Te has contagiado de covid y sientes miedo. Es una emoción que en ese momento está presente y es normal que esté ya que el cerebro, como os comentaba, procesa una situación de peligro. Pero, ¿está siendo útil esta emoción ante esta situación? Probablemente no, ya que no podemos escapar de él. Entonces esta emoción no es que sea mala, está bien sentirla porque sale de un proceso adaptativo, pero tengo que gestionarla, calmarla porque no me es útil en este momento.

Ejemplo 2: Estoy de viaje y mientras hacemos una excursión por la selva, aparece un leopardo. ¿Qué emoción aparecerá? Posiblemente el miedo sea una de ellas. Si yo no sintiera esa emoción, mi cuerpo no actuaría de forma adaptativa, ya que tiene que aparecer el miedo para crear un estado de alerta, de peligro, y así mi cuerpo arranque a correr, pelear, etc.

Resumiendo, debemos observarnos y ver que emociones afloran y qué funciones tienen éstas sobre nosotrxs. Y una vez las conozcamos, podemos aplicar herramientas que nos ayuden a su gestión.

¿Qué debemos observarnos en el trabajo en gestión de emociones?

Para ello disponemos de lo que se conoce como cuatro sistemas de respuestas, que son:

Físico o fisiológico

(los síntomas que manifiesta mi cuerpo).

Cognitivo (lo que pienso)

Conducta (lo que hago, lo demostrable).

Emocional (lo que siento)

¿Cómo podemos hacerlo?

Pues por ejemplo pensar en que ha ocurrido días previos a la llegada de la ansiedad. Qué síntomas han aparecido en tu cuerpo, qué pensamientos rondaban tu mente, qué emociones han aflorado, cómo has actuado ante esa situación, o ante esos pensamientos, etc.

Como ya os hablé en un post anterior, en muchas ocasiones las soluciones intentadas que han fallado, contribuyen a que el problema que empezó siendo minúsculo acabe convirtiéndose en una gran bola. Darnos cuenta de esto, podría ayudarnos.

Por ejemplo, una de las muchas soluciones que intentamos ante una situación de estrés o de ansiedad anticipatoria, o ante un pensamiento negativo es la de forzarnos. Es decir, ante una situación que nos genera miedo, podemos manifestar reacciones de ansiedad (presión en el pecho, taquicardia, sudoración, no poder concentrarnos, problemas para focalizar la atención, pérdida de memoria, etc.). En situaciones muy agudas incluso puede darse lo que conocemos como disociación, que consiste en que se produce una desconexión con lo que ocurre. Es como ver como espectador una obra de teatro donde tu eres el protagonista.

Si nos ocurre esto, intentar forzarnos para ir en otra dirección, será un intento fallido. En estos momentos intentar razonar con nosotrxs mismxs poca probabilidad de éxito tiene.  No puedes decirle a una persona ante un episodio de ansiedad que se relaje, al igual que no podemos decirle en ese momento a nuestro corazón que vaya más lento. Al contrario, la situación empeorará y entonces pensaras que no puedes controlarlo, y aún iremos a más.

En definitiva, hemos de identificar cuáles son nuestras estrategias y para ello es necesaria la introspección. Conocernos. Saber que emociones florecen, que pensamientos nos invaden, cómo lo manifiesta mi cuerpo o cómo actúo ante determinados problemas. Es decir, voy a identificar cuáles son mis patrones de conducta y revisar qué aspectos no nos están funcionando para salir a la superficie.

#cambio #change #chance #terapia #terapiabreve #terapiabreveestratégica #procesoterapéutico #psicologia #fisico #fisiologico #conducta #cognitivo #emociones #nibuenasnimalas #todastienensufuncion #alegria #tristeza #miedo #catastrofismo #disociación #gestiondeemociones #aceptar #aceptación #presente #locusdecontrol #razonar #solucionesintentadas #forzarnos #introspección #conócete #exprésate #expresatusemociones #valídalas