La vida está llena de elecciones y de decisiones. Debo elegir este empleo u este otro, estudio ingeniería o arquitectura, elijo un colegio público para mis hijos, concertado o privado, debo hablar con mi jefe o espero un poco, saco ternera para comer mañana o pescado, y un largo etc. día tras día.

Habrá veces en las que nos decidamos rápido, que lo tengamos claro. Pero ¿qué ocurre cuando estamos dudosxs? ¿Cuándo no sabemos qué camino coger? En esos casos podemos tener la sensación de que cuando más nos adentramos en intentar tomar una decisión, más nos liamos. Es como si entrásemos en un laberinto, y a medida que nos adentramos más y más para buscar la salida, más perdidxs estamos.

Kant decía que “la duda es el motor del conocimiento y de la creatividad, pero también el motor de la obsesión”. Con esto lo que os quiero decir, es que la duda es natural y necesaria para nuestro desarrollo, pero que llevado a su extremo puede ser perjudicial.   

¿Te ocurre que estás dándole vueltas y vueltas a la misma cuestión y no te atreves a tomar una decisión? ¿o que cuando intentas responder a esas dudas que te surgen, aparecen más preguntas, entrando en bucle y que esas respuestas te provocan angustia e inseguridad?  En estos casos, la duda bloquea la toma de decisiones.

¿Cómo acabamos en ese circulo vicioso de la duda?

Muy sencillo. Os pongo unos ejemplos.

Imagínate que estamos en el inicio de la llegada de la vacuna del covid a España y te surge la duda de si ponértela o no, siendo madre en pleno proceso de lactancia materna. Empiezas a plantearte qué hacer, «¿me la pongo o no me la pongo?» Te respondes que será mejor ponértela porque entre otros motivos, así creas anticuerpos. Pero entonces te surge otra duda: «¿afectará a la lactancia materna?» No lo sabes por lo que te pones como buen detective a investigar, a buscar datos, a preguntar. Finalmente encuentras que no existe evidencia científica que lo asegure, pero en principio no tiene por qué ser contraproducente, y muchos profesionales lo recomiendan. Pero…»uff, no me aseguran que no haya repercusiones». Sin embargo, «si no me la pongo no me protejo del covid». Y de nuevo otra duda: «¿y si la vacuna tiene algo perjudicial y se lo paso a mi pequeño a través de la leche?» Y así una y otra pregunta, en busca de la respuesta que te tranquilice.

Imagínate que estas en pleno proceso de búsqueda de cole para tu peque de 3 años. En la búsqueda del colegio perfecto, surgen preguntas y dudas que intentamos responder y que al hacerlo nos vuelve a surgir otra duda nueva, entrando así en una espiral, siendo muy difícil la elección. «¿Qué cole elijo?» Te planteas que es importante que esté cerca de casa, pero el cole más cercano no es bilingüe. Entonces te dices a ti mismx que coger el coche tampoco te supone un gran problema, por lo que miras otros coles que a priori te gustan. «El cole X está más lejos pero es bilingüe y además tiene incorporada la E.S.O» (Cosa que consideras importante ya que crees que el salto del cole al instituto le piya en una edad complicada). Pero entonces se te viene a la cabeza la idea de que cruzarte media ciudad cada día en horas puntas puede ser una locura y además os tocará madrugar bastante. Por ello miras el cole Y, que también tiene incorporada la E.S.O pero, «¿y cuando termine, que instituto le pertenece?» Descubres que el instituto que le toca no te gusta en absoluto. Y así de nuevo la espiral de la duda sobre cuál es el colegio ideal, se lía más y más.

Con estos ejemplos lo que pretendo que visualicéis es que nos solemos plantear cuestiones que nos provocan intranquilidad y necesitamos encontrar respuestas para tranquilizarnos. Pero cuanto más buscamos esa respuesta ideal y tranquilizadora, peor nos ponemos, menos tranquilxs estamos.

En definitiva, ese circulo vicioso de la duda se crea mientras buscamos encontrar una respuesta tranquilizadora a esa duda que se nos presente. Cuando creemos encontrar la respuesta correcta, aparece otra pregunta nueva que tira por tierra lo ya argumentado, por lo que vuelves a buscar respuestas y así sucesivamente.

¿Cuándo se considera patológico?

Cuando las cuestiones que pueden generar esta patología te persiguen en gran parte del día y te condicionan el resto del día. Cuando percibes que hasta que no sepas la respuesta a esa pregunta no puedes sentirte emocionalmente bien. Si con frecuencia generas un círculo vicioso de preguntas y respuestas que te provoca ansiedad padeces de Duda patológica.

¿Qué problemas puede ocasionar la duda patológica?

Uno de los primeros problemas que acarrea es que la persona necesita estar tan segura antes de tomar una decisión que acaba por ser incapaz de decidir algo. Esto, a su vez, puede puede dar lugar al segundo efecto. Se trata de la incapacidad de tomar decisiones. Y si el problema persiste, la situación se puede complicar patológicamente hasta llegar a la total invalidación de la persona.

¿Qué suele haber detrás de las dificultades que tenemos para tomar una decisión u otra?

El miedo. El miedo a equivocarnos, a no estar a la altura, el miedo a exponernos a los demás, el miedo a no tener el control, etc.

Y como esto puede dar para largo, en otro post, os explicaré más al respecto. ¡Espero os haya resultado interesante! ¡Nos leemos!

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