La exterogestación y el contacto piel con piel es maravilloso para el/la bebé y también para la madre. Os cuento por qué.
El cerebro de nuestrxs bebes nace inmaduro. El hecho de estar sobre su madre les permite asegurarse el alimento cada vez que lo precise. También les ayuda a regular la temperatura y están estimuladxs por el contacto con su madre. Además de incontables beneficios psicológicos como el inicio de un apego seguro y sentirse escuchadx en sus necesidades.
Método canguro: contacto piel con piel y lactancia
Y aquí introducimos el método canguro. Es una práctica en la que nada más nacer, se coloca a la criatura sobre su madre, permitiendo que perdure así el mayor tiempo posible. A esto se le suma la lactancia materna, de la que hablaremos extensamente en otro artículo. Ambas, el contacto piel con piel y la lactancia materna son las características fundamentales del método canguro.
Como sabéis, el lugar idílico de nuestrxs bebes es el de sus madres. Y no sólo lo digo yo y multitud de personas más, sino que está avalado científicamente. Existen numerosos estudios que demuestran los beneficios que esta práctica conlleva, tales como el incremento de las posibilidades de duración de la lactancia materna, la disminución de la ansiedad y depresión en las madres, organiza el patrón de sueño del bebé, mejora el vínculo mama-bebé, ayuda al control de la temperatura, tiene un claro efecto analgésico en el recién nacido, entre otros. De hecho, tras estos estudios, y gracias a ellos, la OMS reconoció al método canguro de esta manera:
“Más de dos décadas de practica e investigación sobre el método canguro dejan claro que es una buena alternativa al cuidado en incubadora. Es eficaz en el control de temperatura, lactancia materna y para mejorar el vínculo en todos los recién nacidos independientemente de su peso, edad gestacional, situación clínica o de los recursos tecnológicos disponibles» (OMS, 2003).
Realizar una acción distinta a ésta, es decir, separar al bebé de su madre, provoca una serie de respuestas en la criatura en señal de protesta para volver a su zona de confort. Si ésta no es escuchada y atendida, ese abandono le llevará a una sensación de angustia y desesperación, tal y como indicaba Alberts en el año 1994. Además, se activará el sistema del estrés, elevados niveles de cortisol y adrenalina llenaran su torrente sanguíneo, lo que provocará una reducción de su temperatura y del ritmo cardiaco. Como aseguraba Nils Bergman, lo peor que puede pasarle a un/a recién nacidx es que le separen de su madre. “Los recién nacidos humanos separados de su madre tienen exactamente las mismas respuestas fisiológicas que los otros mamíferos. Y todos los mamíferos que han sufrido tal separación muestran secuelas que pueden durar toda la vida” (Bergman et al., 2004).
El problema es que en muchas ocasiones creemos que esto de la exterogestación es cosa de los primeros días del bebé. Pero lo cierto es que se trata de mucho más, se trata de un hecho necesario para una evolución positiva de nuestrxs pequeñxs. Existen razones biológicas significativas para seguir llevando a cabo esta práctica del contacto piel con piel de la madre y el/la bebe. Y también existen razones psicológicas de peso como la liberación de la oxitocina, de suma importancia en la vinculación madre-bebe. Beneficia la lactancia materna, la sensación de fusión se verá aumentada y ayudará a la madre en formarse en esta nueva etapa de la maternidad.
Como hemos dicho, los beneficios, tanto físicos como psicológicos, del contacto piel con piel, están presentes tanto en nosotras (las mamás), como en nuestrxs pequeñxs. El contacto con nuestrxs bebes favorece, en el posparto inmediato, que se produzca la contracción e involución uterina de la madre, prevendrá la hemorragia y sangrado posparto y favorecerá el inicio de la lactancia estimulando la eyección del calostro y disminuyendo el dolor de la ingurgitación mamaria (Dordevic et al., 2008). También permite que la mama vaya formando y encajando su nueva situación, que el riesgo de depresión posparto y el estrés materno de las primeras semanas se vea reducido, tal y como señala Bigelow et al., (2012). Además, ese contacto con su pequeñx, provoca la presencia de oxitocina en ambos y de dopamina, hormona de la alegría y de la recompensa. ¿No os pasaba que os sentíais adictas a tener a vuestras criaturas en brazos? Qué buena sensación producía ese hecho. Era un periodo de gran adicción, como de “droga sana”.
En resumen, estar cerca de nuestras criaturas, además de ser algo maravilloso, nos aporta multitud de beneficios tanto a nosotras como a ellxs, favoreciendo el conocimiento de nuestrxs bebes mejor que nadie y dando lugar a la conexión madre-bebe.
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